La historia de los tres (Un cuento arquitectónico)

Por Ale Cristiá Batista

Ilustraciones por Mártin Mráz

1

¡Por fin! la respetada señora tomó la decisión de realizar el proyecto de sus sueños, por lo que convocó a tres profesionales que pudieran llevar a cabo la delicada tarea para abarcar todas las áreas necesarias. Uno era artista, el otro científico y el otro empresario.

–Los seleccioné a ustedes porque han logrado alcanzar muy buena reputación en los últimos años; estoy segura de que son los adecuados para realizar esta obra un tanto ambiciosa, de la que espero recibir mi sustento hasta el final de mis días. –Dijo la señora.

El proyecto se trataba de un edificio bastante alto de apartamentos y distintos negocios en los primeros niveles, ubicado en una zona estratégica y muy transitada de la (ya no tan bella) capital.

Los tres profesionales convocados se ubican a los extremos de una gran mesa con grandes pliegos de papel, disponiéndose a hacer la primera lluvia de ideas. El empresario comienza:

–Creo que la mejor línea de proyección para este edificio es la simpleza por supuesto, utilizar las medidas mínimas del programa para así aumentar la cantidad de espacio utilizable por familia u oficinistas, y así por ende, incrementar los ingresos a la cliente rápidamente. Estoy seguro que eso le encantará. –Dice, mientras dibuja un rectángulo vertical sobre uno horizontal.

El artista le quita el marcador. Con un aire de (injustificada) euforia agarra varios marcadores de distintos colores al mismo tiempo y sobre el dibujo del empresario comienza a trazar líneas formando ventanales triangulares, balcones alternados, saledizos y columnas que nacen gruesas y a medida que crecen se dispersan en distintas columnas más delgadas semejantes a ramas.

–No habrá ganancia de inversión si no se vende; y no se venderá siendo una caja insípida. Para vender, primero hay que llamar la atención, ¡atraer!, –comenta el artista con cierto orgullo.

2

El científico le quita uno de los marcadores al artista, y colocando un papel mantequilla encima del dibujo se dispone a trazar.

–No debemos irnos a los extremos –dice, mientras rescata algunos trazos del dibujo básico inicial y algunos de las columnas y ventanales que había hecho el artista. Con otro color coloca una estructura separada de la fachada principal, también dibuja unos tramos horizontales y verticales, por lo que divide el edificio en dos dejando un vacío vertical en el medio–; instalando estructuras como esta en el búnker que dibujó el empresario, no sólo estaremos mejorando la apariencia de lo que es presuntamente simple, sino que estaremos promoviendo el uso de tecnología de vanguardia al proyecto. Este vacío de aquí sería para recibir el agua captada desde la cubierta hasta llegar hacia un pozo subterráneo; y estas estructuras separadas de la fachada se moverían según la orientación del Sol, como si de un gran organismo vivo se tratara. ¿Cómo más se puede atraer la atención de un inversionista sino es con la innovación y la curiosidad por parte del inculto usuario?

–¿Pero usted con cuánto presupuesto cree que contamos? –pregunta el empresario, indignado.

–Quieren despojar a la Arquitectura de su objetivo principal, el hábitat, mediante pastiches pseudotecnológicos y comerciales –dice el artista mientras en un arranque arruga las hojas rayadas y las tira al suelo–; la belleza del edificio debe responder a las mismas necesidades de las que nace la idea misma de concebirlo –comenta mirando hacia las nuevas hojas mientras dibuja algunos trazos del dibujo anterior: la composición de los dos rectángulos, las terrazas, los ventanales y una que otra estructura separada que había dibujado el científico (no se sabe si las re-dibujó para ser condescendiente o porque le gustó la idea y no lo quiere admitir) –, y además, ¿qué hay del factor ambiental? –Agrega.

–¿Factor ambiental? –Comenta el empresario con tono indiferente–, no hay que perder tiempo (tiempo es dinero) planeando cuestiones muy elaboradas al respecto. Una vez aprobado el proyecto lo someteremos a esas pruebas LEED que nada tienen que ver con las características de esta zona, pero como vienen del extranjero todo el mundo las ama. Les garantizo que nadie notará su inutilidad. ¡Listo! 28 mil metros cuadrados de hormigón se han vuelto verdes, ahora sigamos –comenta, mientras intenta borrar algunas líneas que él considera innecesarias.

El boceto actual consta de los dos volúmenes predominantes, le dejó los balcones alternados del artista y la estructura separada del científico.

3

–¿Se les olvida? No es el dinero o la inversión, tampoco la eficiencia energética, los objetivos de la Arquitectura, sino hacer que el usuario, ¡el humano!, se sienta cómodo en su pequeño nicho –comenta el artista–, todo lo demás es secundario. Además, ¡vean que belleza! Apenas para la portada de una revista, es más, pa’ Bienal –dice mientras dibuja -con menos prisa que antes- unos parasoles sobre la estructura que había propuesto el científico.

–Lástima que los que leen revistas no puedan meterse en ellas y experimentar si el espacio realmente coincide con su siempre repetitivo discurso de la luz natural y la ventilación cruzada –interviene el científico–, ¿no llamaría usted comodidad, a dormir por las noches sabiendo que tiene menos preocupaciones de las cuales pensar?, el control de la luz, el costo del agua, hasta algo tan simple como mover las cortinas; ahorrar tiempo al usuario. Comodidad se resume a paz mental. Por medio de sistemas automatizados a base de logaritmos y sensores de movimiento, alimentados por energía a partir de sales y algas marinas, haremos el proyecto más avanzado de la región, y pueden creerme, tengo una maestría en estas cosas.

–¿Pero de qué demonios está hablando usted? –Pregunta el empresario y de inmediato agarra otro marcador en disposición de acentuar la estructura principal, como la que había hecho el artista en el dibujo anterior pero sin la eventual separación en forma de ramas. El empresario se detiene, se echa para atrás y comienza a ver el boceto. Los otros dos hacen lo mismo. Después de un momento de silencio el empresario comenta: –Bueno, esa estructura separada tienen mejor justificación con esos parasoles, y su mantenimiento no saldría tan caro. El científico en seguida agrega: –Bueno, esa estructura, las columnas principales son simples pero al estar ligeramente al exterior de la fachada, le quitan rigidez a los volúmenes incipientes… El artista toma la palabra: –Esas terrazas y esos ventanales se ven bastante bien, ¿a quién se le habían ocurrido? Los otros dos lo vuelven a ver con cierto desprecio.

–Bueno, al final no quedó tan mal –dijo alguno de ellos. Y claro que no quedó tan mal, los tres son arquitectos al fin y al cabo.


Publicado en Revista Habitar, CR, edición 90

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